El término disciplina proviene del latín y significa “conocimiento” o “instrucción”, de ninguna forma es sinónimo de “castigo”. Algunos autores también sostienen que viene del vocablo “discere” y significa “aprender”.
La disciplina es una expresión de amor pues supone un gran esfuerzo y dedicación personal para orientar al niño, mostrarle cómo un ser humano se comporta en sociedad a través de expresiones verbales, acciones o directamente modelando una conducta. La disciplina facilita al niño herramientas para desarrollar el autocontrol y adquirir una noción de límites adecuados, le permite experimentar las consecuencias de su comportamiento y aprender de sus errores.
Las bases de la disciplina se establecen en los primeros años. Cuando los niños pequeños comienzan a caminar, están aprendiendo a probar su independencia y necesitan ayuda para entender qué es seguro, qué pueden hacer y qué no; es decir dónde se encuentran los límites pues ellos están tan concentrados en sus propias necesidades, que no tienen en cuenta los intereses de los demás e incluso los peligros del entorno. Son los padres, los educadores por excelencia, quienes establecen esas normas y límites para que los niños sepan hasta dónde llega su comportamiento.
Los niños en edad preescolar van conociendo el significado de las reglas y comienzan a guiar su conducta según estos parámetros. Posteriormente, a la edad escolar, ya los niños entienden el porqué de las reglas. Lo ideal es que conforme vayan desarrollándose y alcanzando la madurez, éstas ya se encuentren internalizadas y no sea necesaria la presencia de los padres o alguna autoridad para que se cumplan.
En los cinco primeros años de la vida de un niño, debemos ir guiando el “espacio” que va a habitar, y por espacio no nos referimos a espacio físico; sino a ir manejando hasta dónde puede conducirse por sí mismo (fomentando la autonomía) y cuándo aún requiere que le proporcionemos herramientas o estrategias para actuar.
Ante una conducta inadecuada, existen varias pautas que se pueden tomar en cuenta para poder modificarla:
a. Ignorar: En varias ocasiones es mucho más efectivo no prestar atención a un hecho irrelevante para el niño no se sienta gratificado por ello y entonces, deje de hacerlo. Por ejemplo, las rabietas por querer obtener un juguete en la tienda.
b. Premiar: Se debe premiar el esfuerzo por conseguir la conducta deseada, es más efectivo que llegue un premio al finalizar la semana, en la cual los siete días tuvo que esforzarse uno por cumplir con un deber; que premiar al finalizar el día solamente; pues el niño tendrá mayor facilidad para establecer la conducta en el tiempo. El premio no necesariamente tiene que ser algo material, se recomienda privilegiar el tiempo en familia, las expresiones verbales de refuerzo. Por ejemplo, comer solo y en horario apropiado todos los días puede significar elegir el paseo familiar del domingo.
c. Educación en positivo: Es decir siempre ver lo realizado por el niño como un aprendizaje, o evaluar de qué forma se puede dar vuelta a esa conducta por algo productivo. Por ejemplo, si el niño está pintando la pared con una crayola; acercarle una cartulina grande para que pueda trasladar su arte a un espacio adecuado.
d. Negociar: Es más fácil plantear una o dos alternativas ante una situación que imponer una regla arbitrariamente. Ya no se puede decir a los niños “Haces esto, porque yo lo digo”, la mayoría de ellos buscará siempre una explicación. Es mejor decir por ejemplo, “Yo sé que el jarabe no sabe rico, pero después de la cucharada te doy un vaso de jugo inmediatamente así no sentirás mucho rato el sabor amargo”.
Pautas a tomar en cuenta:
- Ser claro, firme y específico con respecto a lo que se quiere decir.
- Ser respetuoso. No recurrir a insultos ni gritos.
- La consecuencia debe suceder inmediatamente al comportamiento. Deben ser justas en relación con el comportamiento.
- Dar un tiempo para reflexionar.
- Estar de acuerdo ambos padres o cuidadores del niño.
- Tome en cuenta la edad y etapa de su niño para proceder.
Cuando buscar ayuda:
- Cuando en el comportamiento del niño hay riesgo para él o para el entorno.
- Cuando los límites o normas que los padres proponen nunca son respetadas e incluso las reglas son trasgredidas.
- Cuando se observan cambios de conducta en el niño.
Los padres disciplinan, educan, aman.